Desde el primer momento lo supe. Tu traje de tinte oscura y esos zapatos con mirada aterradora, permitían iluminar tu rostro de una manera tan especial que me hizo saber que me gustabas.

Tu mirada parecía reflejar amplíamente la misma perspectiva que solía dispararse de mis pensamientos y de mis emociones. Me miraste y comprendí que no estaba equivocada.

No se cual es el elemento quimico que permite que dos personas se atraigan de ese modo. Evidentemente algo hace que al mirarnos, al acercarnos y al tocarnos se escape una chispa de fuego entre nosotros.

Una carga positiva irrumpe en el ambiente. Las ganas, el deseo de vos comienzan a evaporar en mi cuerpo. Te busco, me buscas, te encuentro, me encuentras. De inmediato somos uno. UNO sólo.

No podemos despegarnos. Hay algo fuerte que nos mantiene unidos. No se que es. Simplemente sucede. Nuestra manera de interactuar me enloquece. Tu forma de mirarme, de sentirme, de apreciarme hacen que a cada paso salga de mis casillas y quiera volverte a tener.

Estoy pérdida, encarcelada. Me privaste la libertad. Sólo VOS sos el culpable. Siento, pretendo, busco, quiero. Tus manos, tu cintura, tu risa, tus cabellos, tu boca, tus besos, tu TODO.